Categoría: Autoestima

Educar desde lo positivo

La corrección del error es uno de los principios más usado en educación. Está claro que si nos equivocamos que alguien nos muestre nuestro error y cómo evitarlo en el futuro es esencial. La corrección de errores ha permitido la supervivencia del ser humano. Evitó a nuestros antepasados ser víctimas de errores que hubieran provocado su muerte.

Ahora quizás nuestra vida puede no depender de evitar ciertos errores (o sí por ejemplo cuando son imprudencias durante la conducción) pero sí nuestro futuro o nuestro sustento. Por ello, cuando llegamos a ser padres nos pasamos la vida corrigiendo errores de nuestros hijos. Es algo que forma parte de nuestra tarea como padres. Pero centrar la educación tan solo en ello no suele provocar los resultados esperados:

  • En primer lugar porque nos limitamos a repetir aquellas cosas que a nuestros ojos no realizan bien, pero casi nunca les decimos aquellas cosas que hacen bien. Si un niño tiene problemas de caligrafía, es mucho más efectivo decirle, “Mira estas letras las haces muy bien y quizás podemos centrarnos en mejorar el palo de la l”, que “Has de hacer mejor el palo de la l no se entiende”.
  • En segundo lugar caemos en el riesgo de que el niño piense que sólo con lo negativo recibe atención. Las personas necesitamos atención, saber que los demás nos reconocen. Cuando decimos que un niño se porta mal para llamar la atención, es así. Es preferible recibir broncas y reproches que no recibir nada. El niño cuando se ve reconocido no precisa portarse mal para llamar la atención.
  • En tercer lugar su autoestima resulta dañada y pueden llegar a pensar que no hacen nada bien. En el mejor de los casos en la rebeldía adolescentes nos pueden decir “Hago muchas cosas bien pero no me las dices”. Esto es mejor que niños que sienten que no sirven para nada porque nadie les ha dicho aquello en lo que destacan o lo que hacen correctamente. Estos niños al llegar la adolescencia pueden abandonar los estudios porque nadie ha valorado sus avances.

A veces a esta frase contestamos que esa es “su obligación”, o que a nosotros “tampoco nadie nos dice aquello que hacemos bien”. Y pregunto ante esta afirmación, ¿No estaríamos más contentos en el trabajo si nuestros jefes nos alabaran cuando hacemos algo bien? ¿No sentimos a veces que sólo se dirigen a nosotros para comentarnos las equivocaciones y echarnos una reprimenda? ¿Es más productiva una persona cuando su jefe sólo se dirige a ella para decirle lo que ha hecho mal? Hay estudios que indican que se llega a aumentar la productividad hasta un 12% cuando se le dice al empleado aquello que hace correcta o extraordinariamente bien, además de crear un clima mejor de trabajo.

Desgraciadamente estamos en una sociedad donde la crítica y el exponer lo negativo parece lo habitual. Nos cuesta dirigirnos elogios o alabanzas cuando realmente son reforzadores de la autoestima. Algunas personas incluso restan importancia a aquellos comentarios positivos que reciben. Mi opinión es que esto desde un punto de vista de la salud mental no es sano. La autoestima acaba siendo dañada y el riesgo de padecer enfermedades psicológicas como la depresión se ve incrementado.

Si esto lo llevamos a nuestros hogares, quizás nos demos cuenta que nuestra educación sería más efectiva si cambiáramos la forma de corregir. Quizás consigamos mejores resultados diciendo a nuestros hijos también lo que hacen bien o aquellas partes de su carácter que nos gustan. Por ejemplo si un niño en ocasiones es tozudo y nos lleva al límite se lo diremos pero quizás no le digamos que en muchas otras ocasiones ha podido ser generoso o cariñoso, etc.

Con esto no quiero decir que no pongamos límites ni corrijamos a nuestros hijos ya que las dos cosas son muy necesarias. No hacerlo puede acarrear graves consecuencias en su futuro convirtiéndolos en adultos que no encuentran sentido a lo que hacen o que tienen baja tolerancia a la frustración. Me refiero a que intentemos de hacerlo de otra manera, haciendo hincapié en lo que hacen correctamente y que esto puede mejorarse cambiando ciertas cosas. Y sobre todo desde el cariño y el respeto.

Propósitos para el nuevo año ¿Cómo cumplirlos?

Acabamos de empezar un nuevo año y muchos de nosotros lo comenzamos marcándonos una serie de propósitos (aprender o mejorar un idioma, hacer ejercicio de forma regular, comenzar una dieta, dejar de fumar, apuntarnos a algún curso…). Pero conforme va avanzando el año, estos buenos propósitos se van diluyendo y, en algún caso, puede aparecer la frustración.

Para que un propósito pueda llegar a buen término es aconsejable aplicar una serie de criterios:

  • Escoger uno o como mucho dos propósitos. Tal como dice el refrán castellano “Quien mucho abarca poco aprieta”. Si nos proponemos demasiadas metas es posible que no alcancemos ninguna.
  • Un propósito al fin y al cabo es un Todo objetivo para poder ser alcanzado ha de ser:
    • Es decir, ha de estar al alcance de nuestras posibilidades. Por ejemplo, podemos plantearnos correr dos veces por semana y progresivamente llegar a correr 5 kilómetros pero no apuntarnos a una maratón en dos meses si llevamos 10 años sin hacer deporte.
    • Cuantificarlo es bueno para mantener la motivación. Si queremos mantener una buena forma física no basta sólo con apuntarse al gimnasio sino fijarnos en ir, por ejemplo, al menos dos veces por semana.
    • Si el objetivo es muy genérico, por ejemplo, mejorar el inglés, es complicado después verificar si lo hemos cumplido o no. Concretar el objetivo, en el caso del inglés obtener el nivel B2, nos marca además el camino para poder alcanzarlo.
  • Ponernos un tiempo para alcanzarlo. Para lo cual hemos de ser realistas para no fijar metas imposibles que nos lleven a la frustración. Si nunca hemos estudiado un idioma no sería realista ponernos el objetivo de hablarlo en un mes pero sí quizás el de tener una conversación mínima en un año.
  • Sea nuestro. Si nuestro propósito es para complacer a una tercera persona será más complicado de llevar a cabo. La motivación para cumplirlo es más fuerte si parte de nosotros que si es externa. Además, podemos frustrarnos si la reacción de los otros no es la que esperamos cuando cumplamos el objetivo.

La motivación para cumplirlo puede venir de nosotros mismos, de motivos internos (como las ganas de aprender) o bien externos. Por tanto, es bueno que nos demos pequeños premios si alcanzamos objetivos parciales (por ejemplo si voy 3 veces al gimnasio a la semana durante 1 mes me compraré la camiseta de deporte que me gusta tanto)

Asimismo no dudemos en pedir ayuda. Si queremos ir habitualmente al gimnasio nos ayudará ir con amigos. Y esto es especialmente importante si nos proponemos dejar una adicción como puede ser el tabaco. Si acudimos a un especialista en adicciones que nos guíe en el proceso, nos será probablemente más sencillo cumplir el objetivo.

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