¿Padres helicópteros? Los riesgos de la sobreprotección
Un tema de equilibrio
Una de las cosas más complicadas de ser padres es mantener el equilibrio entre la protección y la autonomía. Además no es un equilibrio para toda la vida, se ha de ir adaptando a la etapa de crecimiento por la que pasa el niño, hasta que llegue a ser un adulto autónomo.
Sin lugar a duda, nuestros hijos están más protegidos que cuando nosotros éramos niños. Los parques hoy día son más seguros que hace 20 años, las agencias de consumidores hacen mil pruebas a los dispositivos para niños…. Todo esto es positivo y correcto. No obstante el proteger demasiado a los niños también tiene sus riesgos, al igual que no hacerlo.
Hay una expresión que todos hemos oído en los últimos tiempos y es la de “padres helicópteros”. Es una expresión originaria de Estados Unidos que define a padres que siempre están encima de los hijos, controlandolo todo e interviniendo más allá de lo que es sano para el niño.
Consecuencias sobreprotección
- Falta de control emocional
- Carencia de habilidades para resolver problemas
- Dependencia de los padres (o de terceras personas cuando son adultos)
- Tendencia a la ansiedad
Dar autonomía a lo largo de su desarrollo
A partir de los 2 o 3 años el niño comienza a ser más consciente de su cuerpo y sus posibilidades. Comienza la exploración de las posibilidades de su cuerpo y quiere hacer las cosas él sólo. Bueno, sólo pero siempre con un adulto al lado. Por ello es importante dejarlos jugar y explorar pero acompañándoles. El niño ya lo pide con su “Yo solito”. Es el momento de acompañarles pero dejándole cierta libertad en su exploración. Si los padres intentan controlar el juego impedirán que el niño conozca y desarrolle sus capacidades (físicas, cognitivas, etc.). No se enfrentará a las dificultades ni explorará cómo resolverlas. Por ello a lo largo de la infancia se ha de ir dando progresivamente más autonomía según pueda asimilarla en niño (vestirse sólo, bañarse sólo, pequeñas ayudas en tareas caseras, etc.)
Para los adolescentes va cobrando importancia el grupo de amigos y progresivamente se van despegando las figuras parentales. Que esto ocurra es normal y necesario para el desarrollo de su personalidad, autoestima y autoconcepto. En este caso las preocupaciones de los padres van en relación al grupo de amigos. “¿Con quién se estará juntando?”. Si a los padres no les gustan los amigos de sus hijos lo mejor es iniciar un diálogo abierto. Los padres han de plantearles qué miedos tienen y escuchar lo que los hijos le plantean entendiendo sus sentimientos. Lo complicado en estas edades es ir dejando progresivamente más libertad de acuerdo con la edad, sin pasarse o quedarse corto.
También llega el momento en el que van a tomar decisiones sobre su futuro, los estudios, los amigos, etc. Los padres en muchas de ellas pueden asesorar, al igual que lo hacen profesores, orientadores, etc. Pero al final son decisiones que progresivamente han a tomar ellos.
Lo mismo ocurre con las frustraciones ya que, aunque nos duela verlos pasar por decepciones o fracasos, éstos son necesarios para aumentar la capacidad de resilencia y afrontar situaciones problemáticas que van a tener en su vida.
Esto no quiere decir que nos desentendamos de los hijos, por supuesto. Es importante que en cada etapa los padres estén presentes potenciando la confianza y la autonomía.
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