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¿Cómo promover la motivación en nosotros y nuestros hijos?

“Le falta motivación…”, “Es muy inteligente pero no se esfuerza”, “Hemos de motivar al personal…”, “Voy a comenzar a hacer deporte, ahora estoy muy motivado…” Frases como las anteriores son habituales y las escuchamos muy frecuentemente. Y es que se ha encontrado que la motivación es uno de los factores que tienen una gran influencia en el logro de nuestros objetivos. Pero ¿qué es la motivación?

Si recurrimos al significado etimológico de la palabra motivación proviene del latín motivus que significa movimiento. Y realmente el movimiento es un componente principal de la motivación. Pero ¿hacia dónde se dirige este movimiento?

Según la definición de Morgan, King y Robinson (1979) realizada en el Nebraska Symposium on motivation la motivación incluye tres aspectos:

  • Impulso en el organismo que se activa por las necesidades corporales, estímulos procedentes del ambiente o de nuestra mente como los pensamientos o los recuerdos
  • Este impulso activa y dirige la conducta
  • La conducta se dirige a una meta

Impulso, conducta y meta son los tres componentes por tanto de la motivación. Por tanto, podríamos considerar que sin el impulso y dirección que la motivación da a la conducta sería imposible alcanzar ninguna meta.

Pero ¿qué nos produce este movimiento? Los motivos pueden ser innatos, que se consideran primarios y determinados genéticamente o secundarios que se adquieren mediante el aprendizaje.

  • Los motivos primarios son biológicos y están marcados básicamente por la necesidad de supervivencia. Uno de los motivos primarios de que cada día trabajemos es poder cubrir nuestras necesidades más básicas.
  • En cambio, los motivos secundarios los vamos adquiriendo socialmente y están determinados por la cultura. En nuestra cultura occidental, por ejemplo, una motivación que lleva a las personas a rendir en su trabajo es la búsqueda del éxito. Hay otros motivos secundarios como nuestra necesidad de afiliación, de sentirnos arropados por nuestro grupo social, la autonomía personal, la dominancia del grupo o incluso otras como la necesidad de sumisión que puede generar las conductas masoquistas. Curiosamente los motivos secundarios pueden regir los primarios como por ejemplo las horas en las que comemos están socialmente dictaminadas.

Una vez llegados a este punto, ¿Cómo motivarnos? O ¿Cómo motivar a nuestros hijos para que enfrenten su vida académica? Si nos fijamos en los niños, podemos ver algunos entusiastas a los que fácilmente se les lleva a nuevos retos y otros más pasivos, con los que cuesta más realizar actividades. Esto se debe a que la motivación está influida por factores de personalidad que no se pueden cambiar. Así un niño más extrovertido puede motivarse más por actividades que impliquen relación social como los deportes de equipo y otro más introvertido por actividades más solitarias como la lectura. Los intereses y gustos personales marcarán qué nos motiva más y qué menos.

Pero ¿esto quiere decir que nuestra motivación es inamovible? Por supuesto que no. Se distinguen dos tipos de motivaciones, una que proviene de factores internos como los gustos o lo personal que se denomina intrínseca y otra que viene de factores externos, lo que se conoce como incentivo que se denomina extrínseca. Todos hemos escuchado a personas que comentan que trabajan sólo por dinero (el incentivo) mientras que otras pueden dedicar horas a un esfuerzo sin cobrar como los voluntarios, los padres con sus hijos, movidos por sentimientos, ideas, valores o creencias.

¿Qué podemos hacer ante la falta de motivación? Ante la aparición de una necesidad todos nos motivamos. Sólo cabe recordar la famosa frase “A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre”. En todo caso, lo primero es encontrar los intereses de la persona, lo que la mueve y usarlos de factores extrínsecos. Es el famoso “Si apruebas todo te compraré una bicicleta nueva (que ahora sería un móvil nuevo)”. Pero hay que tener cuidado y no sólo ceñirse a lo material. A nuestros hijos les mueve también las palabras de apoyo, los gestos de cariño, etc. Funciona más decir “Gracias por poner la mesa” o “Felicidades por esa nota, he visto que te has esforzado” que “Es tu obligación”.

Ante eso muchos padres dicen “Y a mí, ¿quién me lo agradece?”. Desgraciadamente vivimos en una sociedad con poco agradecimiento. Hemos de promover también que nos agradezcan que hemos preparado la cena o hemos planchado la ropa, y que lo hacemos porque queremos que estén bien y nos preocupamos por ellos. Esto promueve un ambiente positivo que “mueve” y convertirá estos motivadores externos en internos. Lo que antes se hacía porque mis padres me compraban algo ahora lo hago porque me gusta aprender, o porque he entendido que la convivencia requiere la colaboración de todos.

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